2018(e)ko irailaren 26(a), asteazkena

Fairy Cave


El día no podía empezar peor. Marine y yo nos presentamos en la parada de bus 6 minutos después de que el bus partiera. La señora que limpia las calles alrededor de la parada de bus, la única que controla los horarios, nos dijo que el próximo bus saldría una hora y media más tarde. No os podéis imaginar la cara de tontas que se nos quedó!
Tuvimos que reaccionar enseguida porque queríamos ir a la Fairy Cave y estar de vuelta para la hora de comer. Yo tenía el vuelo de vuelta a Kuala Lumpur a la tarde y no me podía arriesgar a perderlo.
Así pues, alzamos el dedo pulgar y enseguida un señor de 72 años se ofreció a acercarnos. Nos dejó en una parada de bus y, como el señor condujo más rápido que el bus, pudimos enganchar con el bus que hubiéramos cogido en Kuching de haber sabido a qué hora salía. La verdad es que el tema del transporte público es desesperante. Creo que ya lo he comentado en algún otro post. Los malayos no lo usan porque la mayoría dispone de moto o de coche. No hay ningún tipo de iniciativa para promover el transporte público y reducir la contaminación. Además, usan los vehículos a motor para cualquier tipo de desplazamiento, incluso para moverse unos pocos metros. Es por ello que cuando te pones a andar algún kilómetro por la carretera, enseguida te preguntan a dónde vas y se ofrecen a llevarte. Para ellos todo está lejos!!
En nuestro caso, hicimos auto-stop porque no había manera de llegar a las cuevas en transporte público.
Las cuevas se sitúan a 50 kilómetros de Kuching y a 8 de Bau, ciudad en la que antaño se dedicaban a la extracción de oro. Al llegar a las cuevas, nos registramos como es preciso hacerlo siempre, y pagamos 5 ringits (alrededor de un euro). Tuvimos que tomar unas escaleras  (unos 300 peldaños), hasta llegar a la entrada de la cueva. Es preciso llevar linterna o frontal y buen calzado porque el terreno puede estar resvaladizo. Al llegar a la bóveda principal nos quedamos maravilladas ante la belleza del lugar. Los contrastes de luz y oscuridad son preciosos, así como también los contrastes entre el gris de la roca caliza y el verde de todas las plantas que hay en el interior.




Las fotos con este móvil tastarro no le hacen justicia, os lo puedo asegurar.

El señor que nos cogió para volver a Kuching, nos comentó que durante la segunda guerra mundial mucha gente de los alrededores se refugio en la cueva huyendo de los japoneses. De todas formas, muchos fueron asesinados en su interior y todavía hoy día se dice que sus espíritus están dentro.

Llegamos a Kuching a la hora de comer. El día no podía haber ido mejor. Con toda la calma del mundo, preparé la mochila para el viaje y acompañé a Marine a comprar fruta y a hacer algún recado. La despedida de la francesa fue dura. Habíamos compartido 6 días ricos en experiencias. No fue fácil decirle adiós. Las dos nos volvíamos a encontrar solas. Nos despedimos con la firme determinación de volver a vernos, en Asia o en Europa. Terima kashi por tu compañía!
 También fue triste despedirme de la propietaria del albergue en el que había pasado, nada más y nada menos,  9 noches. Le di las gracias por su hospitalidad y amabilidad extremas diciéndole que me habia sentido como en casa. Y, de esta manera, sintiendo una nostalgia que me acongojaba, cogí el Grab al aeropuerto y el vuelo de vuelta a KL

Terima kashi Borneo!!

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