2018(e)ko irailaren 29(a), larunbata
Dos días en Katmandu
Estos dos días en KTM han sido un choque bastante grande para mí. Desde luego que la ciudad no te deja indiferente. Si tuviera que describir la ciudad en una sola palabra, elegiría sin lugar a dudas, caótica. El tráfico es caótico ya que compartimos calles estrechas peatones y vehículos a motor. Eso hace que surjan situaciones surrealistas en las que, por ejemplo, te puedes ver obligado a pasar de perfil entre dos motos para poder avanzar. Las motos y coches no paran de tocar la bocina para que te apartes de su camino. Puede llegar a ser bastante agobiante. A ello hay que añadirle el polvo. Muchas calles están sin asfaltar y se traga bastante polvo.
Este par de días me he dedicado a reparar alguna cosa que traía rota del trote diario, como mi mochila Altus. El chico de la foto hizo un trabajo genial.
También me he comprado alguna cosilla que me hacía falta para el trek: una camiseta y una cantimplora, para ser más precisos.
Os voy a contar el pequeño "timo" del que he sido víctima hoy y que, según me han dicho, es bastante frecuente. Un hombre me ha abordado en la calle diciéndome que no era guía. Me ha llevado a un par de templos e incluso me ha puesto la tikka, marca roja que se pone en el entrecejo, lugar donde se cree que se encuentra la energía del cuerpo y la sabiduría. De este modo, y según me ha dicho, he quedado bendecida para el trekking que empezaré pasado mañana.
Bendecida y con alguna rupia menos en el bolsillo...
Después me ha pedido el que le comprara comida. He aceptado porque me sentía un poco en deuda con él por todo lo que me había enseñado y porque a veces también me cuesta decir que no. El hombre ha empezado a coger paquetes enormes de arroz, de lentejas y 5 litros de aceite. He empezado a agobiarme porque no me esperaba que el hombre fuera a "aprovecharse" de aquella manera. Al final la bendición para el trekking me ha salido cara, 2250 rupias (unos 16 euros).
Estos dos días me han ofrecido de todo, hasta maría. Soy una blanquita europea, un euro andante. Thamel puede llegar a cansar y hacerte sentir ese malestar interior por saber todo lo que tienes y lo poco que tienen por aquí. Me comentaba Francisco, un chico uruguayo que he conocido en el hotel, que sentir ese malestar interior es bueno porque demuestra que, al fin y al cabo, no somos indiferentes a los demás.
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