2018(e)ko irailaren 30(a), igandea

Un mal día


Ayer fue sin duda un mal día. A la mañana me dediqué a hacer algún recado como ir al banco para preguntar la tasa de cambio y hacer alguna compra más para el trekking mientras esperaba la llegada de Miguel, mi compañero de trekking.



Más escenas de la vida diaria en KTM.

Miguel llegó más tarde de lo previsto porque el taxista que lo trajo del aeropuerto le anduvo dando vueltas. Cuando nos juntamos, empecé a ponerle al día de toda la información que había recopilado en el par de días que llevaba en KTM. Información referente a la tasa de cambio de moneda y transporte para llegar al punto de inicio del trekking.
Me sentó mal que no tuviera en cuenta la información que le daba, ya que tuvo que preguntar por él mismo todo, como si desconfiara de lo que yo le decía. Al final, esta situación y el hecho de que yo ya no quisiera empezar el trek en Jiri sino más adelante, para andar más holgada de tiempo con los días de la visa (al final había cogido solo para 30 dias), hizo que nuestros caminos se separaran nada más juntarse.

Por otra parte, ayer también me escribieron del seguro pidiéndome un billete de vuelta a España como condición para sufragar los gastos originados en el hospital de Borneo. Yo tenía entendido que eran 90 días a partir de la compra del billete de avión con la tarjeta Visa Clásica que había comprado en agosto (sería lo lógico ya que a partir de ese momento puedes empezar a disfrutar de los servicios que la tarjeta ofrece, entre ellos la asistencia en viaje). Pero ellos me comentaron que las prestaciones solo quedaban cubiertas caso de que la estancia fuera del lugar de residencia no excediera los 90 días.
 Fue un auténtico mazazo recibir estas malas noticias. Mi viaje se tambaleaba, quizás me viera obligada a volver antes de lo deseado.

2018(e)ko irailaren 29(a), larunbata

Dos días en Katmandu


Estos dos días en KTM han sido un choque bastante grande para mí. Desde luego que la ciudad no te deja indiferente. Si tuviera que describir la ciudad en una sola palabra, elegiría sin lugar a dudas, caótica. El tráfico es caótico ya que compartimos calles estrechas peatones y vehículos a motor. Eso hace que surjan situaciones surrealistas en las que, por ejemplo, te puedes ver obligado a pasar de perfil entre dos motos para poder avanzar. Las motos y coches no paran de tocar la bocina para que te apartes de su camino. Puede llegar a ser bastante agobiante. A ello hay que añadirle el polvo. Muchas calles están sin asfaltar y se traga bastante polvo.
Este par de días me he dedicado a reparar alguna cosa que traía rota del trote diario, como mi mochila Altus. El chico de la foto hizo un trabajo genial.


También me he comprado alguna cosilla que me hacía falta para el trek: una camiseta y una cantimplora, para ser más precisos.

Os voy a contar el pequeño "timo" del que he sido víctima hoy y que, según me han dicho, es bastante frecuente. Un hombre me ha abordado en la calle diciéndome que no era guía. Me ha llevado a un par de templos e incluso me ha puesto la tikka, marca roja que se pone en el entrecejo, lugar donde se cree que se encuentra la energía del cuerpo y la sabiduría. De este modo, y según me ha dicho, he quedado bendecida para el trekking que empezaré pasado mañana.

Bendecida y con alguna rupia menos en el bolsillo...

Después me ha pedido el que le comprara comida. He aceptado porque me sentía un poco en deuda con él por todo lo que me había enseñado y porque a veces también me cuesta decir que no. El hombre ha empezado a coger paquetes enormes de arroz, de lentejas y 5 litros de aceite. He empezado a agobiarme porque no me esperaba que el hombre fuera a "aprovecharse" de aquella manera. Al final la bendición para el trekking me ha salido cara, 2250 rupias (unos 16 euros).
Estos dos días me han ofrecido de todo, hasta maría. Soy una blanquita europea, un euro andante. Thamel puede llegar a cansar y hacerte sentir ese malestar interior por saber todo lo que tienes y lo poco que tienen por aquí. Me comentaba Francisco, un chico uruguayo que he conocido en el hotel, que sentir ese malestar interior es bueno porque demuestra que, al fin y al cabo, no somos indiferentes a los demás.








Llegada a Nepal


La llegada al aeropuerto de Nepal no fue como la de hace tres años. Los momentos cambian según nos sintamos. Hace tres años llegaba con toda la ilusión del mundo dispuesta a cumplir un sueño. Esta vez llegué cansada y con ese punto de nostalgia del que ya hablé en el anterior post. Ese sentimiento me hizo ver la parte negativa como primera opción: un aeropuerto pequeño y caótico.

Tras pagar la visa para 30 dias (40 dólares), puede que luego me quede más tiempo, fui a recoger mi mochila. Había tal concentración de gente que me resultaba imposible ver las mochilas o maletas que salían a la cinta. Aproveché este momento de espera para intentar buscar a alguien con quien compartir el taxi a Thamel, el barrio donde la mayoría de turistas nos solemos alojar.
Al final comparti taxi con un chico de Israel. Normalmente no son gente que me despierte simpatía pero esta vez tocó así. Al salir a la calle los taxistas empezaron a ofrecernos sus servicios de manera insistente. Tras negociar el precio con uno de ellos, dejamos atrás el aeropuerto internacional de Tribhuvan.

Llegué al Hotel Pokhara Peace agotada. El chico de la recepción me preguntó cómo me encontraba y al contestarle que cansada no me quiso ni pedir el pasaporte. Me dijo que ya se lo daría al día siguiente. En ese momento se lo agradecí enormemente. La gente aquí necesita el dinero como quien más pero suelen ser muy relajados a la hora de cobrar.
 Así pues, subí a la habitación y enseguida me preparé para tomar el descanso que tanto necesitaba. 

2018(e)ko irailaren 27(a), osteguna

Agur Malasia!


Llegué a casa de Siti, la anfitriona que me acogió los primeros días que pasé en KL, cerca de las 11 de la noche. Estuvimos hablando de mi viaje y hacia las 12 me acosté.
Al día siguiente, Siti me despertó cuando ella se iba a trabajar para explicarme dónde dejarle las llaves de casa y cómo cerrar las puertas cuando me fuera. Fue todo un detalle el que me dejara quedarme en su casa ya que mi vuelo a Katmandu salía a la tarde. Gracias de corazón!!

A la mañana preparé las mochilas y puse la lavadora con las sábanas que había utilizado y alguna ropa mía. De nuevo tuve problemas con la lavadora ya que, aunque el programa había finalizado,  todavía había agua y jabón en el tambor. Hice varios intentos para ponerla de nuevo en marcha pero no hubo manera. Al final me puse nerviosa pensando que no se me secaria la ropa y decidí actuar a las bravas. Abrí la puerta y evitando que saliera todo el agua, cogí mi ropa, la aclare y la tendi.

Eran cerca de las dos cuando salí a comprar algo de comida con los pocos ringits que me quedaban. La víspera había sacado algo de pasta pero me habia quedado corta. Descontando el dinero para coger el tren y el bus que me llevarían de nuevo al aeropuerto, me quedaban 4 ringits! De camino al super vi unos puestos de comida. Les comenté que me quedaban los últimos ringits y a ver qué podía comer por ese dinero. La chica con la que hablé le comentó a la dueña del restaurante lo que yo le había dicho. De repente, la dueña del chiringuito se puso a echarme arroz, verduras con tofu... Me llenó el envase que me llevaría hasta arriba mientras yo, agobiada, pensaba que no me habían entendido y que no iba a tener dinero suficiente para pagarles. Al preguntarles por el precio, la chica que hablaba inglés me dijo que la dueña me daba la comida gratis. Insistí en pagar pero la chica me dijo: "the next time you come back you pay". No me lo podía creer!! Me sentí enormemente agradecida y estuve a punto de derramar alguna lágrima. Era tanto lo que estaba recibiendo!! La verdad es que resulta difícil explicarlo con palabras.

Kuala Lumpur me despidió con una tormenta. La temporada de lluvias está comenzando y llueve prácticamente todos los días.

Ya en el aeropuerto, me sentí triste y con un punto de nostalgia por tener que abandonar el pais. Malasia, un país al que había llegado sin conocer nada de él, me habia sorprendido gratamente. La sonrisa de sus gentes, su rica cultura, su gastronomía... me habían enamorado profundamente. Así pues, me encontraba como cuando se despide a un amor, con sentimientos entremezclados. Dentro de pocas horas estaría de nuevo en Nepal, motivo por el que había iniciado este viaje, pero de repente sentía que no tenía tantas ganas de llegar. Y de este modo, despedí a este país al que estoy segura que volveré un dia no muy lejano.


2018(e)ko irailaren 26(a), asteazkena

Fairy Cave


El día no podía empezar peor. Marine y yo nos presentamos en la parada de bus 6 minutos después de que el bus partiera. La señora que limpia las calles alrededor de la parada de bus, la única que controla los horarios, nos dijo que el próximo bus saldría una hora y media más tarde. No os podéis imaginar la cara de tontas que se nos quedó!
Tuvimos que reaccionar enseguida porque queríamos ir a la Fairy Cave y estar de vuelta para la hora de comer. Yo tenía el vuelo de vuelta a Kuala Lumpur a la tarde y no me podía arriesgar a perderlo.
Así pues, alzamos el dedo pulgar y enseguida un señor de 72 años se ofreció a acercarnos. Nos dejó en una parada de bus y, como el señor condujo más rápido que el bus, pudimos enganchar con el bus que hubiéramos cogido en Kuching de haber sabido a qué hora salía. La verdad es que el tema del transporte público es desesperante. Creo que ya lo he comentado en algún otro post. Los malayos no lo usan porque la mayoría dispone de moto o de coche. No hay ningún tipo de iniciativa para promover el transporte público y reducir la contaminación. Además, usan los vehículos a motor para cualquier tipo de desplazamiento, incluso para moverse unos pocos metros. Es por ello que cuando te pones a andar algún kilómetro por la carretera, enseguida te preguntan a dónde vas y se ofrecen a llevarte. Para ellos todo está lejos!!
En nuestro caso, hicimos auto-stop porque no había manera de llegar a las cuevas en transporte público.
Las cuevas se sitúan a 50 kilómetros de Kuching y a 8 de Bau, ciudad en la que antaño se dedicaban a la extracción de oro. Al llegar a las cuevas, nos registramos como es preciso hacerlo siempre, y pagamos 5 ringits (alrededor de un euro). Tuvimos que tomar unas escaleras  (unos 300 peldaños), hasta llegar a la entrada de la cueva. Es preciso llevar linterna o frontal y buen calzado porque el terreno puede estar resvaladizo. Al llegar a la bóveda principal nos quedamos maravilladas ante la belleza del lugar. Los contrastes de luz y oscuridad son preciosos, así como también los contrastes entre el gris de la roca caliza y el verde de todas las plantas que hay en el interior.




Las fotos con este móvil tastarro no le hacen justicia, os lo puedo asegurar.

El señor que nos cogió para volver a Kuching, nos comentó que durante la segunda guerra mundial mucha gente de los alrededores se refugio en la cueva huyendo de los japoneses. De todas formas, muchos fueron asesinados en su interior y todavía hoy día se dice que sus espíritus están dentro.

Llegamos a Kuching a la hora de comer. El día no podía haber ido mejor. Con toda la calma del mundo, preparé la mochila para el viaje y acompañé a Marine a comprar fruta y a hacer algún recado. La despedida de la francesa fue dura. Habíamos compartido 6 días ricos en experiencias. No fue fácil decirle adiós. Las dos nos volvíamos a encontrar solas. Nos despedimos con la firme determinación de volver a vernos, en Asia o en Europa. Terima kashi por tu compañía!
 También fue triste despedirme de la propietaria del albergue en el que había pasado, nada más y nada menos,  9 noches. Le di las gracias por su hospitalidad y amabilidad extremas diciéndole que me habia sentido como en casa. Y, de esta manera, sintiendo una nostalgia que me acongojaba, cogí el Grab al aeropuerto y el vuelo de vuelta a KL

Terima kashi Borneo!!

Parque Nacional de Kubah


El destino del día de hoy era el Parque Nacional de Kubah situado a unos 40 km de Kuching. Para llegar al parque cogimos una camioneta y un Grab.  En esta ocasión tampoco sería fácil hacer los desplazamientos. Pareciera que el Estado de Sarawak no quisiera promover el turismo.


Llegamos a la entrada y tras registrarnos, elegimos el trail de las cascadas. Como el día anterior habíamos fracasado en nuestro intento de baño en aguas frías, no dudamos ni un minuto.


Queríamos enlazar el trail de las cascadas con el que llevaba a Matang, el centro de rehabilitación de animales en peligro de extinción, pero en la entrada del parque nos avisaron de que en este camino había nidos de avispas y que ya habían picado a varios turistas. Desechamos la idea de ir andando.
El camino a las cascadas fue bastante fácil comparando con otros que habíamos hecho anteriormente en la selva.




Llegamos a la cascada sudando la gota gorda,  como de costumbre, pero la recompensa mereció la pena, y mucho. Me cambié tan rápido como pude y en unos minutos ya estaba en el agua. El sentir el agua fría fue una experiencia grandiosa, y no exagero. Me hubiera quedado todo el día en el agua hasta quedarme arrugada como una pasa. Pero había que volver a la entrada del parque para intentar llegar a Matang.


Tuvimos que coger un Grab hasta el centro de rehabilitación de especies en extinción Matang.


En el centro pudimos ver diferentes animales como coodrilos, osos, orangutanes... Todos ellos han sido rescatados de las manos de cazadores ilegales, del comercio ilegal, etc. De todas maneras, al visitar el centro tuvimos sentimientos encontrados ya que, en alguna ocasión, nos pareció que los animales no tenían suficiente espacio para moverse. Nos dio la impresión de ser un poco zoo.




Este simpático orangután se tumbó patas arriba y empezó a aplaudirse a él mismo. Fue un momento muy divertido.


Después de la visita intentamos coger un Grab para volver a Kuching pero no había ninguno disponible en las inmediaciones. Así pues, no teníamos transporte público ni privado para volver. Le comentamos nuestro problema a uno de los guardas de la entrada del parque y enseguida se ofreció a acernos a nuestro destino. La conversación que mantuve con él fue de lo más interesante. Me habló de la corrupción que ha habido en Malasia y de los cambios que se están dando tras la llegada al poder de la izquiera en las elecciones del año pasado. 
Dominic,  así se llama el guarda del parque, nos dejó en una parada de bus camino a Kuching. De aquí no tuvimos ningún problema en coger el bus que nos llevaría  de vuelta a casa. Terminamos la jornada agradecidas por toda la suerte que habíamos tenido.

2018(e)ko irailaren 25(a), asteartea

Salirse del camino marcado

Eso es lo que hicimos ayer, salirnos de las rutas turísticas. Decidimos ir a las cascadas de Satow, a unos 40 km de Kuching. Habíamos visto en un blog que podían estar bien y como, sobre todo a mí, me apetecía bañarme, pensamos que podía ser un buen plan.
En esta ocasión no había posibilidad de transporte público. Así pues, reservamos un Grab.  El primer conductor nos puso como excusa que su tía no estaba bien y el segundo, que tenía problemas estomacales. Preguntando a unos y a otros pudimos saber que cuando los conductores de Grab no saben el camino pueden llegar a decir cualquier tipo de excusa.
A la tercera la vencida. El tercer conductor había estado hacía algún año en la cascada y es por ello que conocía el camino.
Llegamos a Satow y vimos varios jóvenes que venian de bañarse. Junto a ellos me fijé que había un chico descalzo. No formaba parte de su grupo.
Marine y yo empezamos a andar hacia la cascada. En ese momento nos dimos cuenta de que el chico que iba descalzo nos seguía. Cuando nos parabamos él también se paraba. Sentimos algo de miedo ya que desconocíamos cuáles eran sus intenciones. Marine se enfrentó a él y le preguntó lo qué quería. El no contestó nada. Marine le hizo un gesto para que siguiera andando hacia abajo. Él le hizo caso y empezó a bajar. No parecía agresivo pero su mirada era muy dura. Conseguimos adelantarle pero él nos siguió de lejos. Parecía como si quisiera que nos fuéramos de su territorio. Le comentamos a una señora del pueblo lo que nos había pasado y nos dijo que el chico en cuestión se llamaba Francis y que era sordomudo. También nos dijo que no era peligroso y que sI les dábamos un dólar nos dejaría en paz.
Frustradas por el intento fallido de cascada, decidimos hacer dedo para volver a Kuching.  Como siempre, nos cogieron enseguida. Estoy enamorada de esta gente!

Llevaba todo el día con el bikini puesto y todavía no me había bañado. Decidí ir a las piscinas municipales para quitarme el mono que tenía de bañarme. Las piscinas tenían muchísimo cloro pero fue el momentico del día. Las disfruté y me pude relajar un montón!


2018(e)ko irailaren 24(a), astelehena

A vueltas con el transporte público


Viajar con tiempo te permite probar el funcionamiento del transporte público del lugar que visitas. Ayer decidimos coger un bus para ir a la ciudad de Bau. De Bau intentaríamos llegar a las cuevas Wind Cave y Fairy Cave, también en bus.
Nos despertamos cerca de las 10:00 y para las 11:00 estábamos ya en la parada de bus. Tuvimos que esperar más de una hora para que el bus saliera. El chófer nos dijo que no nos iba a dar tiempo a hacer las dos cuevas ya que el último bus de vuelta a Kuching salía a las 16:30. Aun con todo, decidimos seguir con nuestro plan inicial.
Al final nos costó dos horas llegar a Bau, son unos 40 km. Qué desesperación! Conducen despacio y hacen mil paradas, algunas de ellas verdaderamente seguidas. De Bau cogimos otro bus que nos dejó en un cruce cerca de las cuevas.
Las cuevas no son nada turisticas. Están compuestas de 3 pasarelas. Dentro hay un montón de murciélagos. Se puede oír el aleteo de sus alas, la verdad es que el sonido impresiona. Habiamos leído que recomendaban cubrirse la cabeza para evitar sus cagadas y así lo hicimos. Las cagadas se podían ver e incluso oler a lo largo de todo el recorrido.
A los 15 minutos ya estábamos fuera. Preguntamos al hombre que nos había vendido la entrada si nos daba tiempo a ir a las fairy cave. Su respuesta fue negativa. Asi pues, volvimos a Bau para coger el bus de vuelta a Kuching. Esta vez nos costó una hora llegar a Kuching.
Tras esta experiencia,  podemos asegurar que el transporte público no funciona muy bien en Kuching. Los buses llegan y salen más o menos cuando quieren y es difícil acertar.


2018(e)ko irailaren 23(a), igandea

Día de macacos

Nos despertamos temprano con la intención de intentar caminar con la "fresca" (lo pongo entre comillas porque es un imposible en un país tropical). Preparamos las mochilas y fuimos al único restaurante que hay en Bako a desayunar. Tras pagar el desayuno, la chica que nos cobró nos comentó que era mejor que desayunaramos dentro del restaurante ya que afuera había macacos. Como vimos gente desayunando fuera tranquilamente y se estaba más fresquito que adentro, hicimos caso omiso a la recomendación de la chica y nos dispusimos a desayunar en la terraza. Al poco de empezar a comer, un mono cayó literalmente encima del plato de Marine. Marine pegó un grito enorme y yo también me asusté bastante. El plato cayó al suelo con toda la comida, a excepción de la que el mono consiguió robar.
Inmediatamente entramos dentro del restaurante todavía con el susto en el cuerpo.

Después del desayuno accidentado, nos dispusimos a efectuar el trail número 10. Hacía muchísima calor y no lo disfrutamos mucho. En este camino volvimos a encontrarnos con bastantes macacos. Empezaron a cruzar el camino por el que debíamos pasar. En este caso seguimos las recomendaciones que nos habían dado al pie de la letra: hablar más alto para que nos oyeran y no mirarles a los ojos. Fue un momento de tensión, sobre todo para Marine que todavía tenía el susto de la mañana fresco. Yo tuve que hacerme la valiente ya que era consciente de que ella jugaba con desventaja con respecto a mi.
Enlazamos el trail 10 con el 2 y volvimos a hacer el 3 con la idea de ver más monos narigudos. En esta ocasión tampoco hubo suerte.

Nuestro barco de vuelta salía a las 15:00.  Antes de volver queríamos ducharnos y cambiarnos de ropa. De camino al albergue, nuestro boatman nos salió al paso para proponernos volver antes ya que era probable que más tarde la mar se revolviera.

Nos duchamos y empezamos a recoger nuestras cosas en el porche del albergue. Cuando estábamos terminando de recoger, vimos un macaco que venía directamente hacia nosotras. Primero estuvo enredando una bolsa mía con unos calcetines y después fue directamente a la mochila de Marine, dentro había guardado algo de fruta, y empezó a abrir la cremallera. Yo mientras había conseguido recuperar todas mis cosas y estaba a punto de encerrarme en el baño. La casualidad o causalidad, mejor dicho, quiso que en ese momento pasara por la zona un guarda del parque al que le pedimos ayuda. Cogió un palo y con él consiguió asustar al mono.

De nuevo con el susto en el cuerpo, cogimos la lancha que nos llevó de vuelta al embarcadero. Aquí, esperamos al bus que nos llevaría de vuelta a Kuching. Llegamos a Kuching agotadas.
Bako nos gustó básicamente por dos razones: porque el turismo está controlado y porque los animales de quatro patas son los que mandan. Esperemos que siga siendo así en el futuro.

2018(e)ko irailaren 22(a), larunbata

Parque Nacional de Bako


Nos preparamos temprano con la intención de coger el bus que nos llevaría a Bako. Según nos habían dicho, el bus pasaba cada hora. Llegamos a la parada a las 09:00 pero no vimos ni rastro del bus. Un chico que andaba por las inmediaciones se ofreció a llevarnos por 36 Ringgit. Le dijimos que no teníamos prisa y que esperaríamos al bus. Nos sentamos a la sombra y nos dispusimos a pasar un rato de espera cuando de repente nos vimos rodeadas, literalmente, por un grupo de mujeres. Una de ellas me tiró del brazo y para cuando nos dimos cuenta, la sesión de fotos ya había comenzado.


Al final, el chico se nos volvió a acercar y se ofreció a llevarnos por 10 Ringgit. Como no estábamos seguras de la existencia del bus a Bako, decidimos coger el Grab.
Llegamos al embarcadero a los 40 minutos y tras 20 más de barco pusimos los pies en el Parque Nacional. Al llegar, dejamos la mochila grande en una sala y, como el check-in era a las 14:00, preparamos la pequeña con la intención de salir a patear.
Eran las 11:00 cuando empezamos a andar. La humedad y el calor eran insoportables. Decidimos empezar por el trail número 3 para poder ver monos narigudos o Proboscis. Estos monos son endémicos de la isla de Borneo y este parque contiene una de las familias más numerosas de esta especie. Es por ello que suele ser fácil verlos. Nosotras vimos uno poco después de iniciar el camino y al llegar al final. Estaban sobre los árboles y se les veía bastante lejos. Como le comenté a mi amiga Marine, los monos estaban de huelga, no vimos apenas ninguno.



Después de esta caminata, elegimos los trails 5 y 6 que nos llevarían a Padam Besar y Padam Kecil. La ruta se hizo dura por el calor y la humedad. Sudábamos por todos los poros. Creo que no había sudado tanto en mi vida. El camino no me gustó mucho porque no había mucha vegetación pero al final llegamos a una playa preciosa en la que no había nadie. Disfrutar de ese momento de soledad compensó con creces todo el esfuerzo físico realizado.


Hacia las 16:00 llegamos a la recepción, justo cuando empezó a llover, recogimos la mochila grande y nos instalamos en el hostel. El número de alojamientos está bastante limitado a Bako. Ello hace que el turismo no sea masificado y que haya que reservar con algo de antelación.
El albergue en el que nos alojamos disponía de 3 habitaciones y, casualidades de la vida, comparti habitación con Teresa y Ainhoa de Iruñea. Conectamos enseguida ya que cuando estás lejos de casa, el simple hecho de tener el mismo origen une mucho.
Después de cenar nos acostamos pronto con la idea de madrugar para al dia siguiente poder andar con menos calor. 

2018(e)ko irailaren 21(a), ostirala

Parque Nacional de Santubong

Ayer a la noche conocí a Marine, una chica francesa de Limoges con la que conecté desde el minuto cero. Como las dos viajamos solas, decidimos ir al parque nacional de Santubong para intentar coronar la cumbre del monte que lleva el mismo nombre que el parque (810 metros).
Cogimos el Grab, la alternativa barata al taxi, y llegamos al parque a las 10:00.
Lo primero que hay que hacer al llegar, es registrarse. El registro ayuda a los guardas a llevar un control de la gente que ese día anda por los dos caminos que se pueden recorrer.


Marine y yo no teníamos dudas. Haríamos el más difícil, la ascensión al monte Santubong.
La víspera había llovido bastante, cosa que facilitó nuestra ascensión. Si bien es verdad que la humedad nos hacía sudar como dos cochinillas, sabíamos que de no haber llovido habría sido bastante peor.
Y el camino se presentó de lo más interesante desde el minuto zero. Cuerdas por doquier, escaleras de aluminio... Parecía una carrera de obstáculos, la ascensión a un muro. Sin duda, lo más vertical que he hecho en mi vida.


Y así, entre cuerda y cuerda, y escalera y escalera,  llegamos al punto F11 de la ascensión pensando que habíamos llegado a la cima. Eran las 12:50 y nos sentamos a echar un bocado antes de iniciar el descenso. 


Después de recuperar un poco de energía, decidimos emprender el descenso. Es preciso iniciarlo antes de las 15:00 para que no te pille la noche en el intento.
El descenso, al igual que la ascensión, fue de lo más entretenido. La concentración era absoluta ya que tenías que tener mucho cuidado en cada paso que dabas. Las raíces de los árboles, resbaladizas tras las lluvias caidas, dificultaban la progresión.
Al final necesitamos 6 horas para hacer 4 kilómetros! Me divertí como una enana. El recorrido fue simplemente perfecto. Eso sí, también fue lo más físico que he hecho en mi vida.
Al llegar abajo, el guarda nos preguntó extrañado si habíamos llegado a la cima. Al decirle que habíamos llegado al punto 11, nos dijo que esa no era la cima, que nos habíamos quedado a 50 metros. La verdad es que nos dio rabia enterarnos de que no habíamos alcanzado la cima pero disfrutamos muchísimo del camino.



Un sueño hecho realidad


El plan de hoy estaba previsto para ayer, quería auto regalarme por mi cumpleaños la excursión al centro de orangutanes de Semmengoh. Pero al final priorice la visita al hospital.
Me levanté a las 06:00 para coger el bus que me llevaría a Semmengoh. Cuando me desperté estaba diluviando. Desayune y me dirigí a la parada del bus. Fui la primera guiri en llegar y poco a poco nos juntamos unos 10. Estuvimos esperando cerca de una hora hasta que al final, en lugar de coger el bus K6, nos invitaron a coger el A3. Nadie nos dio ninguna explicación pero tampoco hizo falta. Era evidente que la lluvia que caía como si fuera el fin del mundo, era la culpable.



Llegamos a Semmengoh pasadas las 09:00. Semmengoh es un parque gestionado por la administración de Sarawak. Inició su andadura en la década de los 70 con el objetivo de preservar los orangutanes que por diversos motivos (caza, comercio ilegal, deforestación...) se encuentran en peligro. Cuando iniciaron su labor había en el parque unos 10 orangutanes. Hoy día hay unos 30.
Los trabajadores del parque dan de comer en dos ocasiones a los orangutanes: de 09:00 a 10:00 y entre las 15:00 y las 16:00. Le pregunté a uno de ellos acerca de las razones de esta alimentación extra y la verdad es que su respuesta me dejó confusa. Por una parte, me dijo que los orangutanes necesitaban este aporte extra de comida porque en esta temporada (de marzo a octubre) no encuentran tanta comida en la selva. Pero luego se contradijo al decirme que les daban de comer para que los turistas los viéramos. Así pues, me fui del parque sin tener las cosas muy claras.
Nada más llegar, la orangutana más mayor del parque, se puso encima de una barandilla y se dedicó a comer y a posar para nosotros. Fue un momento mágico.



Tuve la suerte de ver muchos orangutanes. Me sentí verdaderamente feliz de ver a estos animales con los que compartimos más del 95% del mismo ADN.


Cuando los trabajadores del parque acabaron de dar de comer a los orangutanes, entré al centro de interpretación dónde pude informarme acerca de la historia del parque y de estos animales.
Pude ver también un par de cocodrilos en una especie de cercado. La verdad es que no pregunte por qué los tenían encerrados.


Tenía previsto volver a las 15:00 al parque para ver de nuevo a los orangutanes, la hora que dura el reparto de la comida me había sabido realmente a poco. La víspera había conseguido que me dieran cita a última hora en el hospital para que me hicieran un cultivo. Sabía que no tenía mucho tiempo para estar en el parque pero aún así decidí arriesgarme y quedarme en los alrededores, en lugar de volver a Kuching. La ciudad más próxima al parque se encontraba a unos 2-3 kilómetros. Decidí ir caminando. De camino, pregunté a una señora que salía a la carretera principal en coche sobre la distancia a recorrer, y se ofreció a llevarme tras dejar a su hija de 5 años en la escuela.
Al llegar a la ciudad y preguntar por el bus de vuelta al parque, otra señora se ofreció a llevarme en su coche. Le contesté que no quería molestarla pero ella insistio. No deja de extrañarme la amabilidad de la gente de este país. Muestran auténtica curiosidad por lo desconocido, en este caso una mujer blanca europea que viaja sola.

La tarde en Semmengoh fue tan mágica como la mañana. Vimos a muchos orangutanes. Me encontraba absorta mirándolos cuando uno de los guardas del parque al que le había comentado que tenía que ir al hospital, me dijo "madame, you must go to the hospital". Y en ese momento me di cuenta que iba muy mal de tiempo. La suerte quiso que llegara al hospital a las 16:45 y entrara en la consulta de la doctora 2 minutos antes de las 17:00. Os recuerdo que por estas tierras los hospitales cierran a las 17:00.
Terminé el día agradecida de todas las experiencias vividas y de toda la gente que se había cruzado en mi camino.


2018(e)ko irailaren 19(a), asteazkena

Día de cumpleaños


Ayer cumplí años,  me cayeron 41 castañas, ni más ni menos. La verdad es que me gusta celebrar mi cumpleaños, de momento no lo vivo como algo traumatico, ni mucho menos. Me siento joven y con muchas ganas de vivir!!
De todas maneras, tengo que admitir que ayer fue el peor día de cumpleaños que he vivido hasta el momento. Uno de esos días que se quedará grabado en mi memoria para siempre.

Hace unos días me salió una erupción en la piel, en la zona de la rodilla. Me di cuenta por casualidad porque no me está dando nada de guerra. Aun con todo, preferí ir al hospital para saber de qué se trata. La víspera me puse en contacto con mi seguro, y me derivaron a la Borneo Medical Centre. Entré por la puerta de la clínica a las 10:00 y salí a las 18:00!! Se me cerraban los ojos de tanto esperar!!

Primero pasé por la consulta del médico generalista y tras decirme que podia tratarse de cualquier cosa, redactó el informe correspondiente para que me viera un dermatologo. El proceso fue largo porque hubo que mandar el informe al corresponsal de mi seguro en Asia y éstos, a su vez, se tuvieron que poner en contacto con Madrid para que dieran el visto bueno.
Al final, la dermatologa me dijo que lo que tengo en la rodilla son herpes. Me suelen salir en la zona de los labios pero hasta ahora no me habían salido nunca en ninguna otra parte del cuerpo.
La pedí a la doctora que me hicieran un cultivo para determinar si se trata del mismo virus que tengo en la zona de los labios. Acordamos hacerlo al día siguiente porque aquí las clínicas cierran a las 17:00.

La chica de admisión que llevó mi caso me trató de maravilla. Me acompañó a la consulta de la especialista y fue en todo momento muy amable conmigo. Al final me pidió que nos sacaramos unas fotos y acabamos sacandonos selfIies. Su prima, trabajadora también del hospital, se nos unió a la sesión de fotos.


2018(e)ko irailaren 18(a), asteartea

Visitando Kuching

Ayer me dediqué a seguir visitando la ciudad de Kuching.
A la mañana me dirigi al museo de Sarawak. Se trata de un museo bastante interesante en el que a partir de diferentes medios audiovisuales, se puede obtener una idea general acerca de la historia, de la cultura y tradiciones del Estado de Sarawak. La visita es gratuita.
Tras finalizar la visita, decidí acercarme a la mezquita. La mezquita es muy colorida y bastante agradable a la vista. Como de costumbre, pregunté si se podía visitar. Y como de costumbre también, me tuve que poner la dichosa especie de bata y cubrirme la cabeza para poder entrar al interior. No os podéis imaginar el calor que da!! De todas maneras, tuve suerte porque dentro de la mezquita había aire acondicionado. Así pues, entré con una persona que me explicó cuál era la parte de la mezquita donde rezaban los hombres. Me iba a ir ya pero mi guía me propuso echar un ojo a la parte donde rezaban las mujeres. Le hice caso y, sentada en el suelo, aproveché el momento para tomar un respiro y disfrutar de la armonía que se respira, en general, en los lugares de culto.
Alrededor de la mezquita hay un cementerio de lo más curioso. Mi guía me comentó que ya no se entierra a nadie ahí pero que al principio se hacia de manera bastante desordenada. La verdad es que las fotos dan fe de ello.




Cuando salí de la mezquita, las tripas me crujian, así es que caminé hasta un vegetariano-vegano que me había recomendado una pareja de catalanes que conocí en las islas Perehntians. Es un self service en el que te cobran a peso. Cuando ya tienes montado tu plato te lo pesan y te cobran. La idea es de lo más original y la comida estaba deliciosa. El restaurante se llama Zhun San Yen Vegetarian Food Centre, por si alguien viene por estas tierras.
Después de comer me di una vueltica por el río y estuve viendo arte callejero hasta que oscureció.







Malas noticias

Para quien me estuviera siguiendo por el blog, deciros que hace tres dias pise mi movil y que la pantalla esta rota. Cambiarla me cuesta ma...