2018(e)ko urriaren 2(a), asteartea

Adiós Thamel


Me he despertado empapada en sudor y sintiéndome muy débil pero ya sin fiebre.
Me he despedido de Francisco, mi amigo uruguayo, y de la gente del hotel Pokhara Peace y he cogido un taxi para Bouddha.

Bouddha es el barrio de Katmandu donde se encuentra la estupa de Bouddhanat. Es uno de los lugares budistas más importantes de Nepal, una de las estupas más grandes del mundo y, probablemente,  la más bella. Forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 1979.


Un chico de la guest house donde me he alojado me ha contado la manera de entrar a la plaza sin pagar. El precio a pagar es una miseria para nuestros bolsillos europeos, unos 3 euros. Pero el pagar la entrada a monumentos, visas y permisos, no repercute en la mejora de la calidad de vida de los nepaleses. La corrupción es, desgraciadamente, un mal endémico en este pequeño y hermoso país.

Después de dar alguna que otra vuelta, he conseguido dar con el acceso que me llevaría al interior de la plaza by the face. Y cuando he puesto los pies en ella, ha sucedido. Me he sentido tremendamente feliz, pletórica, privilegiada, por encontrarme en un lugar tan bello. El lugar desprende una energía muy especial que, sin duda, me ha ayudado a recobrar la poca que traía.




Pero, ¿qué es una estupa? Se trata de una construcción budista que originariamente se utilizaba para guardar las reliquias de Buda. Son esenciales para el Budismo. Se podría decir que son el símbolo tangible de la mente iluminada de Buda. En lo alto de las estupas se pueden ver dibujados los ojos de Buda mirando a los cuatro puntos cardinales.
Según se camina alrededor de ella, siempre en el sentido de las agujas del reloj, la estupa ofrece una imagen diferente; según dónde le de el sol o en qué sentido mueva el viento las banderas de oración.



Imágenes tomadas en la plaza de la estupa.

Tras visitar la estupa, todavía no sentía mucha hambre pero he pensado que quizás iba siendo hora de romper el ayuno provocado por la fiebre del día anterior.
Estaba buscando un restaurante local cuando he visto pasar a Peter, un estadounidense con el que comparto habitación. Hemos comido en un chiringuito de lo más local que por no tener, no tenía ni carta. Me encantan estos sitios tan auténticos!
Después hemos vuelto a la guest house y Peter me ha presentado a María, una asturiana muy especial. Hemos estado charlando en su habitación acerca del Budismo. María es budista y ha venido a Nepal, entre otras cosas, a hacer un curso en un monasterio. Me ha encantado la conversación tan fluida que hemos mantenido y todo el calor que desprende. Nos hemos tomado unos chupitos de aloe vera que, según me ha dicho, me vendrían bien para curar mis problemas estomacales.
La inmejorable armonía y conexión que se ha establecido entre nosotros, ha hecho que el día finalizara de la mejor manera posible. Porque cuando se viaja por mucho tiempo, el alma precisa de conexiones y contactos entre iguales que la nutran. Los lugares son importantes pero lo son mucho más las personas que se cruzan en tu camino. Ellas son las que verdaderamente marcan la diferencia: Coll, Marine, Peter, Avash, Francisco,  María... Muy agradecida por haberos conocido!

Así pues, quedaban muy lejos las preocupaciones sobre los resultados del hospital, el seguro...
Pareciera que todo ello hubiera pasado en otra vida. Esta toma de distancia significaba, sin lugar a dudas, que por fin conseguía cerrar el capítulo de Borneo y estar completamente abierta y permeable a la nueva aventura que viviría en Nepal. 

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